EL
INCENDIO
El niño
cogió los lápices color naranja, el lápiz largo
amarillo y aquél por
una punta azul y la
otra rojo. Fue con ellos a la esquina, y se tendió en
el
suelo. La esquina era
blanca, a veces la mitad negra, la mitad verde. Era la
esquina de la casa, y
todos los sábado la encalaban. El niño tenía los
ojos
irritados de tanto
blanco, de tanto sol cortando su mirada con filos de
cuchillo. Los
lápices del niño eran naranja, rojo, amarillo, y azul.
El niño
prendió fuego a
la esquina con sus colores. Sus lápices -- sobre todo aquel
de
color amarillo, tan largo -- se prendieron
de los postigos y las
contraventanas,
verdes, y todo crujía, brillaba, se trenzaba. Se
desmigó sobre
su cabeza, en una
hermosa lluvia de ceniza, que le abrasó.
Anna Maria
Matute